La vida sexual de los actores gordos

Como amante del cine y de la subcultura bear, siempre me han interesado las mitologías desarrolladas en torno a la figura del actor secundario, especialmente al actor secundario entrado en carnes, orondo, carismático y rotundo. A lo largo de la historia del cine localizamos una amplia galería en la que figuran nombres de la talla de Sidney Greenstreet, Burl Ives, Broderick Crawford, Peter Ustinov, Victor Buono, Raymond Burr, hasta llegar a nombres como Ned Beatty, Charles Durning, Allen Garfield, Richard Riehle, George Dzundza o el recientemente fallecido, James Gandolfini. En fin, un amplio elenco de actores que por su redonda figura se ha visto desplazado al campo de los roles secundarios. Es la lógica del mainstream, si tu cintura excede las medidas estándar, prepárate para entrar en la liga de los actores de reparto. Si alguien desea más información sobre este universo paralelo de actores con maneras de oso, recomiendo los dos especiales que los chicos de Con Pelos TV les dedicaron en sus primeros programas.

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En fin, retomando el sensacionalista titular de esta entrada, hoy me gustaría hablaros de un libro de reciente publicación en España que se ocupa tangencialmente de tales menesteres. Se trata de “Servicio completo”, las memorias eróticas de Scotty Bowers, redactadas con la ayuda de Lionel Friedberg. Nacido en 1923, Scotty Bowers se enroló con los marines durante la Segunda Guerra Mundial para aterrizar a continuación en el dorado Hollywood de la década de los cuarenta. Su llegada a la meca del cine le pilla trabajando en una gasolinera que, por su estratégica ubicación y generosos horarios, se convertirá en un privilegiado lugar de celestineo homosexual en el contexto de un Hollywood babilónico sediento de sexo rápido y chicos guapos gustosos de ganarse unos pavos en las piscinas de Beverly Hills. Scotty Bowers se encontraba allí en medio de este lupanar, y a la sazón era un chico apuesto, con una enorme polla y un apetito sexual insaciable que no distinguía entre hombres y mujeres. En este sentido su bisexualidad resulta modélica, su hedonismo a prueba de bombas le llevará a aceptar toda propuesta de folleteo que se le presente, sea o no remunerada, ya provenga de actores, actrices, directores artísticos, escritores o guionistas.

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Leído hoy día, “Servicio completo” puede definirse poco menos que como una auténtica bomba informativa, en razón a la muy suculenta información que proporciona. Nombres de estrellas incuestionables se vinculan con orgías privadas, mamadas furtivas, noches de amor inesperado y parafilias que quitan el hipo del más osado. Lo sorprendente de la función es que Scotty Bowers se hace querer y, a medida que avanzamos en sus páginas, su voz va ganando autoridad. Sus recuerdos están recorridos por un cariño hacia todos sus amantes y una sensatez que se agradece muy sinceramente. Scotty no es una marica mala. De hecho, hablando con propiedad, ni siquiera era marica, como preferir, prefería follar con mujeres. Otra virtud del libro es su hábil estructura narrativa. A todas luces esto se debe al buen trabajo de Lionel Friedberg, redactor de las memorias, que sabe cómo arrancar la historia con nervio (¡y con tomate!) desde el principio e ir hilvanando astutamente episodios del pasado de Scotty con los momentos que más nos interesan, a saber, los que tienen que ver su experiencia en Hollywood.

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Como podéis imaginar, la vida de Scotty es muy rica en anécdotas, ya trabajase como chico de gasolinera o de maestro coctelero en fiestas privadas de lujosas mansiones. Prácticamente conoció a todo el mundo, especialmente a la comunidad homosexual hollywoodiense, por ahí desfilan Cary Grant, Randolph Scott, Katherine Hepburn, Cecil Beaton, George Cukor, Nöel Coward, James Dean, Tennessee Williams, Montgomery Cliff, Walter Pidgeon, Tyrone Power y un largo etcétera. A lo largo de su relato, desgrana apuntes sociológicos de cierto interés para el aficionado, a saber, en el muy estratificado sistema de los estudios cinematográficos, los diferentes departamentos se volvían más maricas cuanto menos técnicos y más creativos se volvían. Es decir, la movida gay se concentraba en los sectores de vestuario, dirección artística y sobre todo de interpretación. Mientras que los departamentos puramente técnicos de pesadas grúas, material de rodaje y demás logística era patrimonio de rudos y fornidos operarios que al terminar su dura jornada laboral regresaban al calor de sus hogares junto a sus mujeres, que aprovechaban el aire fresco de las tardes para reposar sus pasteles recién horneados en el alféizar de la ventana.

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Más de un actor gordo desfila por las páginas de “Servicio completo”. Yo me quedo con dos episodios notables, aquel que tiene que ver con Spencer Tracy, un actor atormentado, tirando a heterosexual pero con momentos en los que se deja lleva por la confusión de sus emociones y los vapores del alcohol; y aquel otro protagonizado por uno de los fetiches de Palabra de Oso, el gran histrión británico afincado en Hollywood Charles Laughton. Francamente, no me esperaba yo, a estas alturas de la vida, leer con tanto detalle sobre los gustos sexuales de Laughton, os lo digo con la mano en el pecho. Scotty Bowers nos lo cuenta sin pelos en la lengua y con esa levedad hedonista que le caracteriza. El voluminoso y genial intérprete protagoniza una de las escenas más hilarantes y asombrosas del libro. Eso sí, si queréis saber más, deberéis acudir a la librería más próxima y haceros con un ejemplar de “Servicio completo”, porque no estoy aquí para hacer spoilers. Estaría muy feo. Definitivamente, eso os lo tiene que contar el viejo Scotty.

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