La bestia interior de Peter von Kant

La conjunción entre Fassbinder, François Ozon y Denis Ménochet solo podía saldarse con una película destinada a perdurar en la memoria de un espectador como yo, o como tú, interesado en historias maricas que escapen del adocenamiento habitual. El resultado, Peter von Kant, es una pieza breve de apenas ochenta minutos, aunque arisca e incómoda como ella sola. No podía ser de otro modo partiendo del libreto de Las amargas lágrimas de Petra von Kant.

Ozon se embarra hasta las orejas, o mejor dicho, embarra hasta las orejas la personalidad de ese trasunto del propio Fassbinder que es su protagonista Peter von Kant, para exponer a la vista de todos un retrato descarnado de un tipo excesivo, egoísta, manipulador y adicto al drama. Probablemente sea la frase que pronuncia Sidonie (Isabelle Adjani) la que más duele, cuando le reprocha a su amigo cineasta: «En tus películas siempre te sitúas con el más débil, pero en la realidad, todo lo contrario».

No es una experiencia agradable asomar las narices a ese pequeño mundo claustrofóbico de adicciones y tormentos que es el apartamento de Peter von Kant, aunque, una vez pasado el trago, salpimentado eso sí con toques de humor afilado, se agradece una descripción tan cruda y visceral de las tramoyas vitales de un portento creativo como el propio Fassbinder. El narcisismo, la ebriedad, las adicciones, la obsesión amorosa entendida como un peligroso equilibrio de fuerzas dominantes, son los mimbres que articulan la existencia del protagonista de esta historia. Me imagino que si Fassbinder levantara la cabeza es probable que le diese una buena hostia a Ozon por resultar tan transparente en sus intenciones, o no lo sé, porque no creo que al realizador alemán le importase demasiado su imagen pública.

Debates inanes aparte, quiero destacar el auténtico festival interpretativo que lleva a cabo Denis Ménochet, actor de talento formidable, que con este Peter von Kant viene a añadir otro logro a una carrera sustanciosa y arriesgada que le está permitiendo trabajar con lo mejorcito del panorama internacional. Tiempo atrás, ya apareció por esta web con motivo del estreno de la extraordinaria Solo las bestias (2019) y, sin alejarnos de las bestias, muy pronto, le tendremos de nuevo en el thriller rural As bestas (2022, Rodrigo Sorogoyen). Coincidencias todas ellas que nos parecen de lo más lógico y natural, porque si ahora mismo hay una bestia actoral que nos pone brutos, esa es Denis Ménochet. Y su entrega a un papel complejo y desinhibido como del de Peter von Kant es algo que le agradeceremos siempre.

Canción para hombres grandes, de Rafa Cervera

Precisamente, una vez pegué un polvo [del montón] con un hombre [muy hermoso aunque atormentado] que vivía en la avenida Roma de Barcelona, una avenida marcada con una chincheta roja en el itinerario erótico-sentimental del protagonista de la novela Canción para hombres grandes (Jekyll & Jill, 2022). Su autor, el periodista musical y escritor valenciano Rafa Cervera, del que empecé a leer reseñas de discos cuando estaba en el insti, nos ofrece una de esas historias biográficas que se leen y se disfrutan como un pedazo de vida, como un relato verdadero y emocionante que, a buen seguro, interesará a los seguidores de esta web.

¿Por qué? Para empezar por lo bien que escribe su autor, capaz de atrapar sentimientos complejos mediante un verbo vívido y sencillo. No soy muy de marcar fragmentos con lápiz, pero mi ejemplar de Canción de para hombres grandes tiene unos cuantos párrafos señalados, momentos en los que la voz de su autor da de pleno en la diana existencial. Como muestra un botón: “Abandoné el piso conyugal convencido de que cualquier cambio vital sería lícito. A continuación, tuve que combatir la aplastante sensación de culpa que me asaltó al dejar de ser el hombre que todos, yo incluido, creían que era”. Una frase que, como no quiere la cosa, resume a la perfección el tema principal del libro.

En segundo lugar, resulta especialmente sugestivo el punto de vista de su narrador, una voz subjetiva poco habitual por estos lares, la del converso; en este caso, la de un hombre heterosexual recién divorciado que se entrega a los placeres homosexuales en plena madurez. Alguien dirá que semejante tema siempre merece una novela, y dirá bien, especialmente si incluye reflexiones sobre el sexo, el amor o la maleabilidad del deseo como las que contiene este pedazo de vida. 

Otra cosa que me gusta mucho de la novela es que en ningún momento se mencione la palabra “oso” ni se alimente de los lugares habituales de la subcultura osa. Estamos tan empapados de las coordenadas habituales, que una voz nueva, ajena al contexto conocido, resulta refrescante y, de manera indirecta, nos recuerda principios básicos de sensualidad que casi teníamos olvidados.  

Canto esta canción para hombres grandes

de cara amable y mirada sosegada,

sus espaldas anchas como armarios,

hombres de grandes abrazos,

hombres que te mecen en sus brazos

Así reza la canción del grupo Single de la que Rafa Cervera ha extraído el título para su novela, unos versos que sintetizan la condición de homenaje que articula esta Canción para hombres grandes, una reivindicación de los placeres a tres bandas, de los gozos de la reinvención y de la gratitud por las experiencias compartidas, que a lo largo de sus ligeros peros sustanciosos capítulos (mención especial para su repaso de cuerpos acumulados) deviene en una suerte de manual estético y existencial bastante imprescindible para tus años de madurez. Date el gusto. Palabra de oso.