Novelas de osos para el Día del Libro

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Este año la pandemia ha arruinado la gran celebración del Día del Libro en las calles y en las librerías pero a grandes males grandes remedios. La tecnología nos permite maneras alternativas de celebrar la ocasión y parece que ahora más que nunca el libro digital puede ser un excelente recurso para sumergir tus narices en la lectura, la aventura, y en este caso en particular, en el erotismo más caliente.

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La serie Palabra de oso está compuesta por un total de once novelas que ofrecen al lector un no parar de excitantes aventuras protagonizadas por el intrépido cazador Marc Kaplan, pintor de fama internacional, y su marido Theodor, un fabuloso oso polar tan interesado por el mundo del arte como por vivir el sexo de una manera natural y desenfadada. Son novelas cortas, que se leen del tirón, con toneladas de sexo explícito y un extra de morbo, especialmente indicadas si te sientes atraído por los osos, los gorditos y los tipos masculinos de todo pelaje y condición. A su autor, Bob Flesh, le gusta decir que leerlas es como follar, coger o como quieras llamarlo. Una vez descubres la Palabra de oso caerás rendido a sus encantos.

Si quieres el antídoto perfecto para sobrellevar del confinamiento y celebrar este gran Día del Libro, ahora tienes la ocasión perfecta. Y recuerda, en formato digital a un precio increíble.

En el enlace de abajo puedes acceder al primer capítulo de cada una de las novelas de la serie y más abajo tienes el acceso directo a la info sobre tiendas online.

Novelas de osos [Lee el primer capítulo]

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En la ducha con Allen Garfield

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La semana pasada nos sacudió una mala noticia, nos ha dejado Allen Garfield a los ochenta años de edad por culpa del Covid-19. La figura de Allen Garfield es fundamental en el terreno de esos actores secundarios que tanto nos gustan, no demasiado conocidos pero prolíficos, carismáticos y merecedores de un capítulo memorable dentro de su profesión. El bueno de Allen apareció en más de un centenar de películas a las órdenes de directores grandes y pequeños entre los que destacan Robert Altman, Francis Ford Coppola, Woody Allen, William Friedkin, Roman Polanski y un largo etcétera. Para Palabra de oso supone además un mito erótico de altura por su papel de detective orondo y follador en la cinta de culto Cry Uncle (1971), una de esas raras ocasiones en las que el actor secundario alcanza un rol protagonista y se le permite hacer todas esas cosas sucias reservadas habitualmente a las bellezas oficiales de la pantalla. Sea como sea, siempre nos quedará su inmenso legado y la agradable sorpresa de tropezar con su rostro en muchos títulos favoritos y otros tantos que aún tenemos por descubrir, porque la estela de Allen permanece y no se apaga hoy.

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A modo de homenaje, hemos recuperado un largo artículo biográfico, firmado por un tal Conde Fosco, publicado en el Numero 0 del fanzine Un día cualquiera en la vida de Jonas Mekas allá por 2005, dentro de la sección Actores gordos. El artículo se titula:

EN LA DUCHA CON ALLEN GARFIELD.

Estamos orgullosos de inaugurar nuestra sección «Actores gordos» con una de nuestras estrellas favoritas: Allen Garfield. 

En su permiso de conducir pone que se llama Allen Goorwitz, traducible por algo así como ¡Soy Judío!  Vino al mundo una fría noche del veintidós de noviembre de 1939 en la localidad de Newark, como ustedes saben, la ciudad más grande del estado de New Jersey. Ahí donde lo ven (no se fijen todavía en la foto en la que nos da la espalda sino en la frontal)  es un verdadero peso pesado del mundo de la actuación. Su oronda figura ha sido vista en trabajos de gente tan simpática como Francis Ford Coppola, Brian De Palma, Robert Altman, Woody Allen, Milos Forman, Roman Polanski, Billy Wilder y otros más que pueden rastrear cómodamente en imdb.

Allen Garfield es un oso de pies a cabeza y Hollywood siempre ha sabido dónde colocar a un osazo de su talla: en la oscura galería de actores secundarios. En su mejor momento llegó a pesar ciento treinta quilos, eso sí, sus formas, lejos de ser amorfas, siempre han sido redondas y recias. Geometría pura, combinada con anchas espaldas, torso morboso y una barriga redonda bien peluda. Le hemos visto el culo en la que probablemente sea su gran obra maestra, «Cry uncle!» (1971) [también conocida ocasionalmente con el título de «Super Dick»].

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Hablaremos mucho de «Cry Uncle!» porque tiene la culpa de todo, es la película por la que Allen Garfield será recordado, su gran momento como protagonista absoluto, su Gran Salida de la Osera. En ella aparece en su estado natural. No sabemos qué significa eso, el caso es que Garfield interpreta a un detective privado de los que mojan la taza, de los que siempre necesitan un afeitado y de los que se follan cualquier cosa con curvas, viva o muerta. Está más cerca de Jim Thompson que de Raymond Chandler. Para que ustedes lo entiendan, Jake Masters, su personaje en «Cry uncle!» da la impresión de que vaya a tirarse un largo y sonoro pedo en cualquier momento. 

En su juventud, cuando su barriga estaba en su fase inicial y todavía pasaba por un robusto estómago, se interesó por el boxeo. La culpa de esta afición la tuvo su otra gran afición: el cine. El por aquel entonces Allen Goorwitz amaba el cine negro, sobre todo esas adorables historias de serie B con tipos de turbio pasado que se cruzaban con rubias de largas piernas. Tenía una fijación especial por «Cuerpo y alma» (Body and soul, 1947) de Robert Rossen, uno de los mejores acercamientos al mundo del boxeo desde el punto de vista de la crónica criminal. Su protagonista, John Garfield, se convirtió en un auténtico modelo a seguir para el Allen Goorwitz adolescente. Pronto dejó su trabajo de chico de los recados en un periódico local y decidió subirse al cuadrilátero con gran éxito. Pero, llegados los años sesenta, su verdadera vocación se impone y decide trasladarse a Nueva York. Allen Goorwitz pasa a llamarse Allen Garfield y se matricula en el Actors Studio.

En 1965 debuta profesionalmente, la obra: Un travía llamado deseo. Trabaja duro y en muy poco tiempo se labra una reputación como actor teatral, se patea Broadway y el Off-Broadway. El cine es su objetivo inmediato y no tardará en llegar.

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Estamos a finales de los años sesenta, los Panteras Negras son superhéroes, el Vietnam, el apocalipsis y la nouvelle vague francesa tiene abducida a la nueva generación de cineastas norteamericanos. A Garfield todo le parece estupendo. En el 68 interpreta a un vendedor de enciclopedias en su primera película: «Orgy Girls ’69». Considerada también como su bautizo en la atmósfera erótico-festiva que desarrollaría poco más tarde en «Cry uncle!». «Orgy Girls ’69» es un título sin desperdicio alguno porque contiene tres palabras básicas, «orgía», «chicas» y «sesenta y nueve». ¿Qué más necesita uno para saber que no se trata de una adaptación de Tennessee Williams?¿Un mapa? Aún así, les diremos es la típica película de episodios con situaciones en plan «vendedor de enciclopedias llama a la puerta de aburrida ama de casa». En aquellos días, se acababa de levantar la prohibición de mostrar desnudos en las películas y las tetas y culos acaparaban todo el interés de productores y distribuidores. Russ Meyer hacía su agosto con sus desinhibidas zorras y Roger Corman se lo dijo claro a Scorsese, quien rodaba para él «Boxcar Bertha»: «Me da igual que tengas entre manos un engendro, tú, díme, ¿enseñará las tetas Barbara Hershey?».

Es un buen ambiente, permisivo y alocado, en el que Allen Garfield empieza a tropezar con gente clave de la década próxima como Brian De Palma o Robert De Niro. Interviene en «Greetings» (1968) y en «Hi, mom» (1969), dos títulos clave en la fase underground de De Palma.

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Nos plantamos en 1971. El año de «Cry uncle!». Allen Garfield tiene la sensación de que su carrera cinematográfica no acaba de despegar, está cansado de pequeños papeles en películas pequeñas y el teléfono apenas suena. Quería ser John Garfield y, sin embargo, empieza a verse como un Barton McLane. Se pasa días enteros atiborrándose de American Donuts y leyendo el Village Voice en su pequeño apartamento. La báscula le dice que va camino de las doscientas setenta libras, es decir, de los ciento veinte quilos. Un día de tantos, se mete en la ducha con oscuros pensamientos, cuando de repente recibe una llamada telefónica. A duras penas se coloca una rasposa toalla en la cintura y descuelga el auricular. Es Lee Hessel, productor de cine.

– Al, soy Lee, ¿te interesa un papel protagonista en una película de John G. Avilsen? 

Allen sintió cómo se deslizaban las frías gotas por sus gordezuelas pantorrilas y escupió a la manera neoyorquina:

– ¿John G. Avilsen? ¿tiene que sonarme?

Desde el otro extremo, la voz dijo:

– John G. Avilsen, no digas que te lo he dicho yo, pero en apenas cinco años habrá ganado un oscar por «Rocky».

La cosa era como sigue. Avilsen aún no sabía que acabaría haciendo cosas como «Rocky» o «Karate Kid», en ese momento era un don nadie que había rodado dos o tres películas de bajísimo presupuesto a mayor gloria de la contracultura y del fracaso del sueño americano, una de ellas,  «Joe» (1970), para una major. Ahora le habían asignado algo más cachondo, un blandiporno con un detective gordo, sucio y follador contratado por el inevitable millonario excéntrico. Una enrevesada historia con putas a tutiplén, pervertidos, porno casero, drogas, y créanselo, necrofilia. Una parodia salvaje del mundo del private eye, del detective clásico a lo Phillip Marlowe en hedionda clave «trash»/»hiperrealista». 

En primer lugar, Avilsen le ofreció el papel principal de «Cry Uncle!» al actor Peter Boyle, con el que ya había trabajado en «Joe». Peter era un fumeta que estaba en la onda y no era ningún mojigato, años más tarde, en los ochenta, interpretaría a un nudista compulsivo en «Una pandilla de locos» (The dream team), pero en ese momento no lo vio claro. Le dijo a John: 

– No quiero enseñar la chorra.

Allen Garfield se tomó un segundo para reflexionar, empapado como estaba, dejó caer la toalla al suelo, se rascó las ingles y le dio una respuesta al productor: 

– Voy a hacerla, voy a hacerla aunque mi escroto salga en pantalla.

Lee Hessel esbozó una sonrisa:  Allen había comprendido la naturaleza del personaje.

Frente al revisionismo caligráfico que imperó en el cine negro de los setenta al estilo de  «Chinatown» (1974), «Cry uncle!» anticipó el desmelene neohippy del «Un largo adiós» (1973) versión Robert Altman. La ambientación se vuelve contemporánea y se nutre de sordidez, hippismo y de los últimos coletazos del poder de las flores. El gran logro de «Cry uncle!» es su modélica chabacanería, una mugre que podemos rascar y oler en cada uno de sus planos. John G. Avilsen le prohibió al iluminador cualquier asomo embellecedor. En una de las numerosas escenas de sexo Jake Masters se deja lavar la polla por una prostituta sin interrumpir la banal conversación que mantiene con ella, a continuación se trasladan a una sucia cama que provoca picores en el espectador. Los lugares comunes del cine negro son contaminados sistemáticamente por un humor negro y un afán escatológico que viene a suplir alegremente la falta de presupuesto. 

El experimento fue un éxito, «Cry Uncle!! se rodó con apenas doscientos mil dólares y acabó recaudando casi diez millones. Todo un bombazo en el mundo del bajo presupuesto pero, por desgracia, insuficiente para pasar a la Historia del Cine por encima de truños como «El paciente inglés».

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Prueba de ese éxito es que todos los que participaron en la película están felices de formar parte de ella. Robert Redford y Woody Allen la vieron en su momento y les encantó. Y aún hay más, hace unos años, paseando por Berlin, Allen se encontró con Oliver Stone y el director de «Platoon» se confesó fan absoluto de la película. Hecho que nos ayuda a entender la pasión que Oliver Stone siente por nuestro «Torrente», al fin y al cabo, el personaje creado por Santiago Segura tiene un clarísimo precedente en el Jake Masters encarnado por Garfield.

«Cry uncle!» se estrenó en Inglaterra con el título de «Super Dick» y ustedes pensarán que un actor que haya protagonizado una película con semejante título, traducible por «Súper Polla» o «Pollón», como prefieran, tiene sus días contados. Se equivocan. 

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Salvo alguna excepción, no volvió a obtener ningún papel protagonista, pero su carrera como secundario eficaz se mantuvo a lo largo de estas últimas décadas con películas como «Nashville» (1975), «Cotton Club» (1984) o «La novena puerta» (1999), por poner tres ejemplos de diferentes épocas. En total, casi un centenar de títulos a los que habría que sumar su participación en innumerables series como «Bonanza», «Kojak» o la más reciente «El ala este de la Casablanca».

Una larga carrera que tiene sus propios agujeros negros. El periodo comprendido entre los años 1975/1983 son los años del Gran Misterio. No sabemos por qué, pero Allen Garfield toma dos decisiones inesperadas. Recupera su verdadero nombre, Allen Goorwitz y se somete a una severa dieta que le hace desprenderse de un asombroso lastre de quilos. Pero que nadie se asuste, en el año 84 todo vuelve a la normalidad. Recupera su gatuno apellido y, lo que más nos importa, el abundante peso perdido.

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En ningún momento abandona la interpretación, pero ello no le impide continuar con otra de sus pasiones, la de enseñar el oficio a la gente que está empezando. Allá por el año 86 lo encontramos dando clases en el Beverly Hills’ Acting Shelter. Uno de sus alumnos responde al nombre de Quentin Tarantino y le propone a su profesor (al que admira desde su época De Palma) intervenir en una película de andar por casa que está haciendo con unos colegas, a saber, Roger Avary y Craig Hamman. El resultado, como ya saben, fue un aborto en toda regla. Según dicen, se trata de una bizarra mezcla entre Richard Kern y «Los albóndigas en remojo» que jamás llegó a terminarse titulada «My best friend’s birthday» (1997). Garfield interpreta al pastelero que les vende la tarta de marras a los protagonistas, en una película casposilla en la que él es el único actor profesional.

Nos gusta mucho su variopinta carrera porque ha hecho de todo. En el año 82, rodaba en Portugal «El estado de las cosas» y, mira por donde, acabó componiendo una canción (Hollywood, Hollywood) a petición de su director Wim Wenders. Pero no sólo trabajó con cineastas con pedigree, en ocasiones se sumergió en la inmunda serie Z sin ningún reparo, un ejemplo, «Cyborg 2» (1993), con una mocosa Angelina Jolie.

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El año 2002 es su despedida de los platós. Lo vemos por última vez en «The majestic». Un final discreto para un actor siempre ninguneado por los medios. 

Ya hemos dicho al principio que para nosotros es una auténtica estrella. Siempre es motivo de felicidad infinita descubrir su nombre en los títulos de crédito de cualquier película.  Hoy día, a sus sesenta y cinco años, sigue siendo un tipo encantador. Su pelo cano ralea en su calva y su narizota nos habla de su vieja condición de boxeador invicto. Para nosotros no ha pasado el tiempo. Su Jake Masters de «Cry Uncle!» forma parte de nuestro cosmos particular y no podemos quitarnos de la cabeza ese largo paseo que nos regala de camino a la ducha.