En cierto modo, la historia del movimiento bear puede ser leída en clave de un ejercicio de autoafirmación de tintes narcisistas. Su progresiva consolidación como subcultura con la llegada de la fabulosa internet y su difusión masiva a nivel mundial tiene un efecto inmediato sobre aquellos homosexuales que se siente marginados por el mainstream en tanto son gordos, peludos y distan de semejarse al dichoso canon estético universal.
En este contexto, la impronta de internet posee una consecuencia clara sobre el colectivo homosexual: amplía el canon estético para incluir en él a todos aquellos que tradicionalmente se habían visto excluidos por el mismo. La repercusión de este hecho posee vastas consecuencias cuyo epicentro localizamos en un subidón inmediato de la autoestima. Ha nacido el narcisismo bear.
La proliferación de portales y revistas sobre temática bear construye paso a paso una estética propia que sirva de unidad de medida para la nueva figura del “oso” como tal. Parámetros como las maneras masculinas, el sobrepeso, las camisas de cuadros y lucir con orgullo la edad serán algunos de los más notables en este nuevo contexto homosexual. De aquí se derivarán nuevas banderas (bear flag), nuevos rituales (eventos varios, kdadas), nuevas categorías (chub, chaser, cub, otter) y nuevas nomenclaturas (husbear) que sembrarán las semillas de un efervescente e imparable orgullo bear.
La ruidosa irrupción de todo ello en el contexto homosexual hará que voces autorizadas como la del cineasta John Waters se rasguen las vestiduras en clave humorística ante tanto revuelo y tanta dramatización. Al director de Pink Flamingos la segunda salida del armario asociada a la subcultura bear le parece excesiva (mamá, me gustan los hombres, pero es que además soy un oso…). Me parece muy bien que se haga humor con todo esto pero creo que para comprender el momento actual es preciso posicionarse y vivirlo desde dentro. Todos aquellos que hemos detestado el imperio del canon estético universal no podemos sino celebrar la diferencia… una diferencia que empieza a convertirse en algo homogéneo a base de autoafirmación y difusión en ascenso.
Hablamos de la aparición de los primeros estereotipos, de la consolidación de un modelo oficial de oso, que como tal deviene en referencia estética y en última instancia se torna excluyente. No importa, esto es algo que se percibirá con mayor claridad en un futuro inmediato. De momento, seguimos instalados en lo que podemos considerar como una primera etapa de la subcultura bear, y dicha etapa, como vengo sosteniendo, sigue fundamentada sobre nociones referidas a algo así como el narcisismo bear.
El narcisismo bear estalla en el preciso momento en el que un oso adquiere conciencia de ser un oso, de pertenecer a una comunidad que lo acoge y lo valora, de dejar de sentirse de una vez por todas el patito feo. El narcisismo bear es el grito inesperado frente a un espejo: ¡soy guapo, soy un sex symbol! ¿Alguien recuerda a aquel grupo tecnopop bautizado oportunamente como Vanity Bear? Dame narcisismo y vanidad, a toneladas, por favor.
Este grito se amplificará a través de los perfiles personales de las páginas de contactos y sobre todo de las redes sociales. Desde este punto de vista, la confluencia de estas últimas con la recién inaugurada era del ‘selfie’ suponen un momento álgido dentro de esta celebración de la belleza osuna. Demos la bienvenida al oso 2.0. Flash. Dame glamour. Flash. Dame mis quince minutos de fama.
¿Qué opina Bob Flesh de todo esto? Mirad, si alguien espera que critique el divismo y lo machacón de determinados personajes del Facebook y otras redes sociales se equivoca. Considero que no hay que darle muchas vueltas: nos encontramos en una primera fase de la subcultura osuna y dicha fase se define por el ruido y el orgullo exacerbado. Los osos deben visibilizarse y exhibir rotundamente sus redondeces. Es preciso que lo hagan, en cierto modo es el grito de guerra que te permite hacerte un hueco en un contexto hostil.
También es verdad que empieza a percibirse un cierto tufo a final de etapa. A lo largo de estas dos últimas décadas los osos han evolucionado y han ido diseñando su propio modelo oficial y todo modelo oficial está sujeto a críticas y a deconstrucciones varias. Incluimos esto en el capítulo de lo que nos vendrá en el futuro, pero recordad que el viejo Bob os avisó antes que nadie: el modelo de oso oficial y la subcultura bear en general debe ser revisada a la luz de nuevas necesidades y/o realidades.
A lo largo del camino nos queda una evolución indiscutible. El oso se está volviendo algo más sofisticado que los modelos primitivos. De un modelo oso leñador de Nebraska hemos pasado a un modelo oso hipster cosmopolita y universal. Esta es una afirmación que me hizo un fan de mis libros y pienso sinceramente que no va desencaminado. Las barbas se vuelven más hirsutas y los peinados adoptan formas imposibles. Mientras tanto el dashboard de mi Facebook sigue plagado de fotos de osos narcisistas que aspiran a superar sus marcas de megusta. Me parece totalmente lícito y participo de su belleza, es más, te pondré un megusta si lo mereces. Para mí todos esos ositos son el equivalente a las pin-ups de antaño, chicas de calendario, osos de calendario a pie de calle. Viva la democratización 2.0. Usted puede ser un sex symbol, ¿acaso no lo había pensado?
Lo único negativo de la función tiene que ver con lo que los amiguitos de Bebearmyfriend han bautizado como divas del coño, osos inalcanzables que habitan una nube de narcisismo bear mal asimilado. Las divas del coño están de mal humor y quieren tu admiración pero poco más. Las divas del coño quieren follar pero no saben cómo conducirse. Las divas del coño te lanzarán un cebo y te lastimarán con el anzuelo. Permaneced atentos. Reconoced las señales. Observad cómo se mueven.