Mainstream Goes Bear

Como ya he comentado en entradas anteriores, estoy muy a favor de las estrategias de apropiación artística como manera de cuestionar y subvertir el espíritu conservador del mainstream. El video que podéis ver aquí abajo es una de mis piezas favoritas, rodado en el año 2013, se trata un falso trailer que mimetiza la típica comedia romántica hollywoodiense para catapultarla hasta el universo bear. Su autor, Tyler Swank, propone un delicioso y elocuente ejercicio de suplantación en el que sustituye a los actores Ashton Kutcher y Natalie Portman por un encantador tándem Chubby-Chaser. Para un mayor disfrute, recomiendo ver antes el trailer original. Francamente, ¿con cuál te quedas?

Manifiesto Palabra de Oso 2015

Hace unos meses escribí un sencillo manifiesto al que astutamente bauticé como Manifiesto Palabra de Oso 2015 con la intención de prolongar su vigencia. Un decálogo que surge con la intención de poner paz en el proceloso mar de la comunidad de osos global y que incorpora abundantes puntos de humor, cosa que en mi opinión hace mucha falta en este preciso momento. Son diez puntos sencillos y concretos, un principio del que partir. Me permito recuperarlo de forma morrocotuda ahora que ya estamos de lleno en el 2015. No es el primer Manifiesto Bear ni será el último, y quizá llegue el día en que ya no hagan falta más.
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1. La etiqueta bear es una manera de entendernos.
2. La etiqueta bear es polisémica e inclusiva, admite a todo el mundo: gordos, flacos, peludos y lampiños.
3. Usted es un oso, o un gordito, o un cazador, o un muscle, o un otter. No importa su envergadura física ni la cantidad de pelo que pueble su pecho.
4. Para formar parte de la comunidad bear solo es necesario un requisito: desear formar parte de la comunidad bear.
5. La comunidad bear no establece jerarquías, y si las establece es preciso acabar con ellas. Todos somos ciudadanos de primera clase: osos, gorditos, cazadores, muscle, otters, etc.
6. Aquellos que incumplan el punto anterior serán invitados a extraer su cabeza de lo más profundo de su culo.
7. Los habitantes de la comunidad bear que se comporten como divas engreídas recibirán no menos de veinte azotes en sus carnosas o magras nalgas.
8. Reivindicar nuevas maneras de entender la masculinidad en el contexto gay no significa menospreciar la pluma o lo femenino. La comunidad bear será inclusiva o no será.
9. La comunidad bear no puede ser víctima de estereotipos: sus principios son las ganas de compartir, disfrutar y follar en armonía.
10. El mainstream surgido de la escena bear imita las dinámicas del mainstream típico de una sociedad tardocapitalista, por lo tanto, por pura higiene, debe ser periódicamente revisado, cuestionado y deconstruido.

Hollywood, algo sobre un par de daddies y el bar de Jimmy Wah

23p107744028 En el minuto veinticuatro de la película Good Morning Vietnam tiene lugar un momento interesante por lo que se refiere a la verbalización expresa del amor homosexual hacia los daddies u hombres maduros. En primer lugar, sorprende encontrar un detalle como este en una producción de Hollywood destinada al gran público, y en segundo lugar, llama la atención el curioso acercamiento al tema dependiendo de si nos ocupamos de la versión original de la cinta o de su versión doblada al español.

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Como quizá sepáis, la película ofrece un retrato de la intervención norteamericana en la guerra de Vietnam a través del punto de vista de un irreverente locutor de radio (Robin Williams) destinado en la zona del conflicto. En la escena referida, Williams, acompañado de un soldado (Forest Whitaker), acude a un bar regentado por un notorio homosexual vietnamita llamado Jimmy Wah, personaje caracterizado por su interés en conseguir una fotografía de su gran icono sexual, el talludito actor secundario especializado en westerns, Walter Brennan. Esto es lo que se narra en la versión original de la película, obra del guionista Mitch Markowitz. He aquí unas capturas ilustrativas.

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Brennan nunca fue una gran estrella pero consiguió su momento de gloria (llegó a ganar tres oscar) como secundario a lo largo de las décadas que van de los treinta a los sesenta, especializándose en el rol de comparsa borrachín de rudos héroes como John Wayne, Humphrey Bogart o Gary Cooper. En el recomendable documental The Silver Screen: Color Me Lavender (1997), realizado en 1997 por el cineasta marica Mark Rappaport, se lleva a cabo una lectura queer de los personajes que invariablemente solía interpretar Brennan. En su película, Rappaport insiste en la espesa capa de homoerotismo que destila la camaradería del actor secundario en su interacción con la hipermasculinidad de John Wayne en los célebres westerns rodados a las órdenes de otro gran valuarte de la virilidad made in Hollywood, el realizador macho man, John Ford.

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Un vaquero llamado Walter Brennan.

Mirad, vamos a decirlo bien claro, todo esto es muy raro y nos aproxima a esa zona gris en la que la hipermasculinidad encarnada por el cine mainstream encuentra puntos en común con las masculinidades surgidas en el contexto de determinadas subculturas gays (del mundo leather al universo bear). De manera inesperada, Walter Brennan, actor heterosexual, padre de tres hijos, casado durante más de cincuenta años con su querida esposa Ruth Wells, vinculado a los géneros más machirulos del cine, acaba convertido en todo un sex symbol para refinados paladares queer. Retomemos ahora la misma escena de Good Morning Vietnam pero en su versión doblada. Atención a las capturas porque me he tomado la molestia de subtitularlas.

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Como veis, en la versión doblada al español se ha producido un curioso desplazamiento. En esta ocasión, Jimmy Wah ha cambiado a su adorado Walter Brennan por otro grande del cine clásico, el actor Edward G. Robinson.

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Con todo el cariño, para Jimmy Wah.

En mi humilde opinión, esta sustitución resulta de especial interés. En primer lugar, Robinson siempre ha sido un poco fetiche sexual para mí, especialmente en mis años de adolescencia. Sus interpretaciones en el imaginario hardboiled e hipermasculinizado del cine negro clásico lo sitúan a la altura de los más grandes, de James Cagney a Humphrey Bogart. Sin embargo, el físico de Edward G. Robinson nunca encajó del todo en los parámetros del héroe convencional. Era bajito y feo, con una cara de pan de facciones toscas y un cuerpo ancho y pesado como una caja fuerte. A menudo interpretaba al gángster o al hampón de turno, aunque en sus colaboraciones con Fritz Lang –de La mujer del cuadro (1944) a Perversidad (1945)– destacó por encarnar la quintaesencia del americano medio, un personaje cuya virilidad se verá puesta a prueba por la irrupción de las sinuosas curvas una mujer fatal.

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Edward G. Robinson en ‘Perversidad’, masculinidad en fuga.

Hipermasculinidad, camaradería entre vaqueros, gángsters, matones, parece ser que todo este mundo macho desplegado por el Hollywood dorado en una época en la que cualquier referencia a la homosexualidad estaba vetada fue incapaz después de todo de permanecer al margen de la ambigüedad sexual. Parece ser también que la zona gris de la que hablamos, aquella en la que la masculinidad hiperbólica y la dimensión filogay se dan la mano por obra y gracia del exceso surge especialmente en contextos de reafirmación de roles patriarcales y virilidades de una pieza. De este modo, tan significativa me parece la alusión a Walter Brennan en la versión original de Good Morning Vietnam, como su sustitución por Edward G. Robinson por parte del adaptador de la versión doblada, puesto que tanto el uno como el otro habitaron mundos rabiosamente heterosexuales ajenos a la celebración de la diferencia. Pero con todo, lo que más me fascina ahora mismo es el misterioso proceso que los ha unido a ambos a través del doblaje, en un acto menos anecdótico de lo que parece. Sin olvidar la importancia que reviste la aparición de Jimmy Wah como encarnación de la figura del admirer, no en vano se trata de una de las primeras manifestaciones expresas por parte de Hollywood de que, en efecto, existe un amor homosexual hacia los hombres maduros, algo obvio para todos nosotros pero no para el mainstream heteronormativo.

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