La revancha del Power Bottom

“Nunca le enviaría una petición de sexo a un versátil”, me decía Nabil, uno de mis últimos amantes, un hermoso gordito londinense pasivo declarado. “En la práctica, la mayoría de los que se definen como versátiles acaban revelándose como pasivos exclusivamente, no me interesan”. Las palabras de Nabil me dejaron pensativo. Vivimos en una época en la que desde diferentes frentes de la comunidad LGBTQI se aboga por la extinción de las etiquetas en favor de una concepción utópica de la sexualidad en la que la diversidad y la tolerancia marquen el signo de los tiempos. Ni masculino ni femenino sino todo lo contrario. Ni activo ni pasivo sino todo lo contrario. La idea es no abundar en las categorías tradicionales, acabar de una vez con lo que tienen de construcción cultural heredada. Todo muy bonito, sí, pero ¿acaso nos estamos pasando?

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Hay quien afirma que al patentar etiquetas como “bear”, “chubby”, “activo” o “pasivo”, “gay” o “hetero” estamos simplificando y alimentando un estereotipo que, a la larga, se torna excluyente. ¿Podrían estar en lo cierto? Probablemente, pero a todas luces vivimos tiempos muy difíciles para dejar las etiquetas a un lado. ¿No es así? De hecho vivimos en la época dorada de las apps de folleteo (¡si hasta la comunidad hetero disfruta de ellas!), unas apps cuya estructura y funcionamiento se articula a través de la existencia misma de las etiquetas. Y yo me pregunto, ¿acaso no viene a ser una manera de entendernos?
Dos días después de despedirme de Nabil, me encontraba en la cama con un par de osos fornidos y redondos. Uno de ellos, Tomeu, pasivo para más señas, se lamentaba: “He dejado de quedar con versátiles. Al final siempre resulta que de activos no tienen nada, no son versátiles para nada, solo pasivos”. En apenas unos días volvía a encontrarme casualmente con el mismo razonamiento, y por supuesto, ello me empujó de nuevo a los brazos de la reflexión. La descripción del panorama sexual ofrecida tanto por Nabil como por Tomeu coincidía en una cosa, en la necesidad de usar las etiquetas, y sobre todo, ¡de usarlas bien!

“Hay versátiles que se definen como tales y en sus perfiles solo muestran fotos de su culo en pompa, ya me dirás tú lo que significa”, me comentaba Tomeu mientras me permitía reposar mi pierna sobre sus rechonchas nalgas recién folladas. Todo ello seguía apuntando en la misma dirección: en el mundo del folleteo más vale que seas claro, sincero y directo y sepas usar debidamente las etiquetas. Esto es algo que choca frontalmente contra las pretensiones de la teoría queer en particular y las teorías sobre el carácter performativo del sexo/género en general. Aquí hay algo que no encaja y de lo que pueden derivarse una larga serie de debates: ¿son tan malas las etiquetas? ¿hay algún problema en que alguien se defina como ‘activo’ o ‘pasivo’ sin más? ¿existe un desencuentro entre la teoría queer y lo que pasa en tu cama? ¿son los ‘pasivos’ quienes — tras ser minusvalorados o directamente vilipendiados por la tradición histórica— están estableciendo las reglas del renacido juego sexual versión 2.0.? Y se ocurre otro más, ¿es que nadie quiere meterla?

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“No soporto cuando se definen como empotradores de 20 cm y luego ni siquiera se les levanta”, continuaba Tomeu tumbado boca abajo en su amplia cama de matrimonio. La luz solar se derramaba por la habitación como una cascada furiosa. A través de la ventana pude divisar una zona boscosa de cruising de las afueras de Vilanova i la Geltrú. “Hace poco me hice unos buenos kilómetros para follar con un activo y tuve que volverme a casa como había venido”. El enfado y la decepción subyacen bajo sus palabras. Tomeu lamenta seriamente esa falta de exactitud en el uso de las etiquetas.
Luego estarán las voces que clamarán contra la importancia que suele concederse al acto de la penetración. Mirad, ese ya sería otro debate. Hasta donde yo sé la penetración viene siendo una opción francamente interesante, pero no la única, totalmente de acuerdo.

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Otra lectura que podemos hacer de algunas de las cuestiones aquí planteadas es que la figura del Power Bottom se está sacudiendo por fin todo resto de vergüenza o timidez y está mostrando sus cartas con innegable orgullo y asertividad. La revancha del Power Bottom viene pisando fuerte y es poco amiga de las tonterías habituales. Ellos tienen el poder, te pedirán cuentas y te harán sudar, siempre pedirán uno más antes de que salgas por esa puerta. Deja de marcarte faroles, no seas ridículo, desenfunda tu polla tiesa y demuestra que… usas las etiquetas correctamente de una jodida vez.

Mainstream Goes Bear

Como ya he comentado en entradas anteriores, estoy muy a favor de las estrategias de apropiación artística como manera de cuestionar y subvertir el espíritu conservador del mainstream. El video que podéis ver aquí abajo es una de mis piezas favoritas, rodado en el año 2013, se trata un falso trailer que mimetiza la típica comedia romántica hollywoodiense para catapultarla hasta el universo bear. Su autor, Tyler Swank, propone un delicioso y elocuente ejercicio de suplantación en el que sustituye a los actores Ashton Kutcher y Natalie Portman por un encantador tándem Chubby-Chaser. Para un mayor disfrute, recomiendo ver antes el trailer original. Francamente, ¿con cuál te quedas?

Un gordito se incrusta en el mainstream

Gal Volinez es un artista de performance israelí que literalmente se ha incrustado en el videoclip ‘Work Bitch’ de Britney Spears, sacudiendo con su gordo culo a la diva del pop y desplazándola de su reinado de estereotipo puramente mainstream. Su acción solo puede calificarse de épica, colonizar la cultura pop dominante con sus mismas herramientas tecnológicas. El resultado vuela a mucha altura y me derrito con las contorsiones coreográficas del show. Este chubby ha hecho algo muy grande y no puedo sino invitaros a que sigáis su ejemplo. ¡Mainstream tiembla!, la colonización chub ha empezado.