Las cosas que él me dijo

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Me dijo que allá por Filadelfia nadie mostraba demasiado interés en follarse un culo gordo como el suyo, que de hecho llevaba más de un año sin que se ocuparan de él. También me dijo que solía ser activo hasta que un día dos tíos lo ataron y se dedicaron a follarle ese culo gordo por turnos durante horas. Me contó que después de aquello se había convertido en una zorra pasiva sumisa. Me pidió que fuese su amo, que buscase una casa con sótano donde pudiese tenerlo desnudo las veinticuatro horas del día a mi entera disposición. Me dijo que si realmente me gustaba y tenía interés en seguir disfrutando de su culo debía marcarlo como al ganado. Me insistió en que buscase esa casa porque él no podía alojarme. Me sugirió que buscase a otro tío activo para que le diéramos su merecido entre los dos. Tan solo pedía que usáramos su ojete sin preguntar, que él estaría disponible para nosotros las veinticuatro horas del día. Me dijo que si cumplía con todo aquello y lo trataba como al cerdo que era estaba dispuesto a limpiar mi agujero con la lengua siempre que usara el baño. También me animó a que le aplicara descargas eléctricas sobre su polla inútil. Me suplicó una vez más, por favor, amo, úsame. Pero yo no merecía ese nombre, aún no había tomado ninguna decisión, básicamente me había limitado a decirle que lo encontraba muy sexy.

Queer: Una historia gráfica

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Siempre me ha resultado muy frustrante comprobar el gran desfase existente entre el análisis del género por parte de la esfera académica y el alcance de sus avances más allá de las barreras universitarias. No en vano, más que de desfase podemos hablar de fracaso absoluto: el estamento académico, con su tendencia a lo farragoso y su amor por la cita bibliográfica ha demostrado una incapacidad total a la hora de divulgar sus hallazgos teóricos en un entorno amplio, popular y cotidiano. Y es una verdadera pena, porque la labor desarrollada a lo largo de estas últimas décadas en el contexto de las universidades a la hora de deconstruir las nociones de género heredadas por una sociedad patriarcal y caduca es verdaderamente notable.

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Por eso me apetece recomendar una lectura valiosa y reveladora que por una vez consigue salvar ese desfase y explicar de manera clara y amena muchas cuestiones fundamentales para la vida de cualquier persona cuya sexualidad escape de la norma. A lo largo de sus 176 páginas, “Queer. Una historia gráfica” va desgranando el devenir de la teoría de género durante estas últimas décadas, aclarando conceptos, asumiendo críticas y contradicciones y allanando el camino para los años futuros; y todo de una manera sencilla, didáctica y perfectamente comprensible. Escrito por Meg-John Barker y Julia Scheele y publicado en España por Melusina, el libro lleva a cabo una sensata reivindicación de lo “queer” como término plural e integrador de todas aquellas orientaciones sexuales que no encajan dentro de la estrechez heteronormativa. Frente a categorías cerradas como gay, lesbiana o transexual, categorías que ya empiezan a generar una normatividad propia que a la postre resulta opresiva, excluyente y heredada de patrones heterosexuales, lo queer se presenta como el gran paraguas integrador de todas aquellas sexualidades libres que rechazan identificarse con ninguna concepción cerrada construida por los medios, los gobiernos o las instituciones de turno.

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La lectura de sus páginas resulta tan reveladora que el libro podría figurar sin problemas en la sección de manuales de autoayuda. Muchos de los problemas y traumas consustanciales al hecho de ser lesbiana, trans, maricón o intersexual son desintegrados a lo largo de sus páginas con la mayor naturalidad, porque una de las cosas que te enseña “Queer. Una historia gráfica” es que el ‘problema’ ya no es un ‘problema’, y que si en todo caso lo sigue siendo, será de los demás, no tuyo. En conclusión, por un lado este ensayo con forma de cuasi novela gráfica resolverá muchas de las dudas e inseguridades que todo maricón alberga en su interior desde su más tierna infancia, por otro lado, su lectura puede ahorrarte mucho dinero en psicólogos. ¿Te parece poco?