Ver una proyección en cine del Fitzcarraldo de Herzog en pantalla grande tuvo mucho de revelación. En primer lugar, por la película en sí. Es una de esas que conviene tener en la estantería, bien a mano, del mismo modo que tienes tus libros o psicotrópicos favoritos, esas pequeñas cosas que ayudan a que tu día a día sea mejor. Porque Fitzcarraldo es un monumento visceral a las gestas en las que uno se embarca en la vida sin importar su naturaleza o sus dimensiones, el monumento definitivo a la pasión verdadera y al compromiso con uno mismo, sin importar lo que piensen los demás. En segundo lugar, tenemos el gozo que proporciona la energía que transmite el personaje del propio Fitzcarraldo, interpretado por el gran Klaus Kinski. Pero yo vengo aquí a hablar del tercer motivo, que fue lo que acabó robándome el corazón, que no es otro que la participación del actor Paul Hittscher en el papel del Capitán Orinoco Paul.
Ah, Orinoco Paul, ¿no es acaso un nombre fabuloso? Un auténtico lobo de mar, un tipo curtido en mil batallas, cascado por la vida, pero a la postre un auténtico superviviente. Será él quien llevará el timón de la nave comandada por el apasionado Fitzcarraldo y yo no dudaría en encomendarme a él en cualquier situación. Como todo en la película, la autenticidad del conjunto hace que actor y personaje se confundan. Es natural pues que quisiera saber algo más sobre el actor que interpreta a Orinoco Paul, pero me di contra un muro. Nada por aquí, nada por allá. Es uno de esos casos en los que Internet tampoco ayuda demasiado. Según su ficha en IMDB, la única película en la filmografía del actor Paul Hittscher es precisamente Fitzcarraldo. Lo cual me lleva a preguntarme si acaso era un actor curtido en el teatro o no profesional. Poco más nos aporta su ficha. Ni siquiera su lugar de nacimiento. Lo único que documenta es la fecha de su muerte, ¡16 de febrero! ¡el mismo día en el que me siento a escribir este post! del año 1992. Qué cosas. Sabemos que murió en Iquitos, una ciudad portuaria de Perú. Todo esto me lleva a pensar que quizá el propio Herzog lo reclutó en calidad de auténtico capitán. Creo que esta es la versión con la que quiero quedarme. Todo lo demás, los detalles, los lugares, las historias de una vida a buen seguro fascinante, seguirán permaneciendo en el misterio. Y eso es algo que lamentar, pero también algo que alimenta nuestra imaginación, así que nos quedamos lo segundo, con su belleza y con el triunfo de la imaginación. Sirva todo esto de pequeño homenaje al gran Orinoco Paul. ¡A sus órdenes, capitán!
La conjunción entre Fassbinder, François Ozon y Denis Ménochet solo podía saldarse con una película destinada a perdurar en la memoria de un espectador como yo, o como tú, interesado en historias maricas que escapen del adocenamiento habitual. El resultado, Peter von Kant, es una pieza breve de apenas ochenta minutos, aunque arisca e incómoda como ella sola. No podía ser de otro modo partiendo del libreto de Las amargas lágrimas de Petra von Kant.
Ozon se embarra hasta las orejas, o mejor dicho, embarra hasta las orejas la personalidad de ese trasunto del propio Fassbinder que es su protagonista Peter von Kant, para exponer a la vista de todos un retrato descarnado de un tipo excesivo, egoísta, manipulador y adicto al drama. Probablemente sea la frase que pronuncia Sidonie (Isabelle Adjani) la que más duele, cuando le reprocha a su amigo cineasta: «En tus películas siempre te sitúas con el más débil, pero en la realidad, todo lo contrario».
No es una experiencia agradable asomar las narices a ese pequeño mundo claustrofóbico de adicciones y tormentos que es el apartamento de Peter von Kant, aunque, una vez pasado el trago, salpimentado eso sí con toques de humor afilado, se agradece una descripción tan cruda y visceral de las tramoyas vitales de un portento creativo como el propio Fassbinder. El narcisismo, la ebriedad, las adicciones, la obsesión amorosa entendida como un peligroso equilibrio de fuerzas dominantes, son los mimbres que articulan la existencia del protagonista de esta historia. Me imagino que si Fassbinder levantara la cabeza es probable que le diese una buena hostia a Ozon por resultar tan transparente en sus intenciones, o no lo sé, porque no creo que al realizador alemán le importase demasiado su imagen pública.
Debates inanes aparte, quiero destacar el auténtico festival interpretativo que lleva a cabo Denis Ménochet, actor de talento formidable, que con este Peter von Kant viene a añadir otro logro a una carrera sustanciosa y arriesgada que le está permitiendo trabajar con lo mejorcito del panorama internacional. Tiempo atrás, ya apareció por esta web con motivo del estreno de la extraordinaria Solo las bestias (2019) y, sin alejarnos de las bestias, muy pronto, le tendremos de nuevo en el thriller rural As bestas (2022, Rodrigo Sorogoyen). Coincidencias todas ellas que nos parecen de lo más lógico y natural, porque si ahora mismo hay una bestia actoral que nos pone brutos, esa es Denis Ménochet. Y su entrega a un papel complejo y desinhibido como del de Peter von Kant es algo que le agradeceremos siempre.
Ed Asner era uno de esos actores que invocaban la subcultura bear antes incluso de fuese inventada, eso que venimos llamando protobear. Su físico rudo y viril, su aplomo y su carisma eran cualidades que resultaban atractivas más allá de sus incontestables dotes para la actuación. Ed Asner era un tío cojonudo y lo fue hasta el final. Un modelo de sensatez, humildad y activismo político bien llevado. Además de icono fundamental para la causa Palabra de oso, Ed Asner representaba esa masculinidad soñada, libre de elementos tóxicos y esculpida con el cincel de la sensualidad suprema. En definitiva, para Palabra de oso, Ed siempre ha sido el espejo en el que mirarse. Por eso, y por su brillante carrera como actor, lamentaremos su pérdida durante mucho tiempo.
Me doy cuenta de que para las nuevas generaciones era una figura poco conocida. Para muchos medios era el actor que prestaba su voz al entrañable anciano protagonista de Up, la cinta Pixar de animación. Pero todos aquellos que peinamos canas guardamos innumerables recuerdos de su dilatada carrera, un trayectoria con más de cuatrocientos títulos registrados en su ficha de IMDB. Porque Edward Asner es en sí mismo un capítulo de la cultura pop, una leyenda de la era dorada de la televisión americana (años 70) y una cara habitual en películas de todos los tamaños, ya sean producciones hollywoodienses de tipo A o telefilms de temporada. Uno de los últimos representantes de esa estirpe de actores de carácter (y con carácter), orondos y espléndidos, que vivieron su mejor momento en décadas pasadas y que veneramos desde esta web. Una estirpe que tras las funestas pérdidas del último año (Allen Garfield, Brian Dennehy, Ned Beatty) está ya en claras vías de extinción.
NY años 50
De entre aquella generación de actores, a la que también pertenecía el recordado Charles Durning, la figura de Edward Asner ocupó un lugar privilegiado. Nacido en el año 1929, Ed fue educado en el seno de una familia judía ortodoxa. En su juventud desempeña trabajos de vendedor de puerta a puerta, de operario en la industria metalúrgica o en la cadena de montaje de General Motors. Tras sus obligaciones con el ejército siente la llamada de las tablas y durante la década de los cincuenta se suma a la Playwrights Theatre Company, de ahí dará el salto a Nueva York, donde conseguirá su primer protagonista en Broadway, en una adaptación de la célebre La ópera de los tres centavos de Bertolt Brecht.
En los sesenta decide instalarse en la soleada California y el carrusel de la televisión empezará a girar. Su rostro empieza a aparecer en series tremendamente populares como Los intocables, El fugitivo, El virginiano, Viaje al fondo del mar o Hawai 5-0, entre muchas otras.
Pero será la década de los setenta la que lo propulse al olimpo televisivo gracias a su papel de Lou Grant, periodista brutote y sarcástico en la exitosa sitcom de Mary Tyler Moore La chica de la tele. El tirón del personaje desembocará en su propio spin-off, la serie homónima Lou Grant, que arranca con el traslado a la costa oeste de su protagonista para hacerse cargo del rotativo Los Angeles Tribune. El éxito de la serie será tremendo pero no imparable. Tras cinco temporadas (del 77 al 82) la serie será cancelada por la cadena. Según el propio Ed a consecuencia de su mala relación con los productores. La reputación del actor corría de modo paralelo a su condición de figura pública comprometida con la causa política y social. Asner se mostró muy crítico con la actuación de los EE.UU. en América Central y su carácter contestatario le pasó factura en más de un momento de su carrera. “No es que exista una lista negra en Hollywood, pero sí esa consideración de ‘este actor es conflictivo, nos dará problemas’”, manifestó en alguna ocasión.
Los papeles iban y venían, pero se daba el caso de que su estrella seguía brillando en series que acababan convirtiéndose en auténticos fenómenos sociológicos como Hombre rico, hombre pobre, en la que interpretaba al brutal patriarca de la saga familiar, o Raíces, en el papel del capitán del barco esclavista, un personaje torturado por el conflicto moral. Durante su reinado televisivo fue nominado al premio Emmy en veinte ocasiones, y se hizo con él en siete de ellas. Su compromiso político — era un demócrata convencido— se hizo extensible a su propia profesión. Durante el periodo de 1981 a 1985 ejerció de presidente del Screen Actors Guild y mostró su firme oposición a las políticas desarrolladas por la administración Reagan.
Durante estas últimas décadas siguió trabajando y prestando su voz grave e inconfundible tanto a éxitos rotundos como el mencionado Up como a programas radiofónicos, series de animación, podcasts o películas. En su ficha de IMDB consta un total de nueve títulos rodados durante el año 2021, algunos de ellos sobradamente conocidos (la serie Cobra Kai) y otros en fase de postproducción.
Sabemos que mantuvo una intensa actividad en redes a través de su Twitter y que su compromiso humanitario con diferentes causas perduró hasta el final. Se casó en tres ocasiones y tuvo cuatro hijos. Cuando murió tenía noventa y un años y, francamente, a esas edades a uno le apetece descansar. Su legado seguirá vivo y permanece en todos aquellos que hemos admirado su trabajo y su condición de icono sexy bear sin ser él nada de eso. Nunca llegamos a tomarnos una copa con él pero para aquellos que tenemos el paladar educado en la belleza bruta y masculina, Ed Asner siempre ocupará un lugar muy especial en la construcción de nuestro deseo. Bello por dentro, bello por fuera. Buen viaje, Ed.
Dice Bob Pop, creador de la miniserie Maricón perdido, que no era su intención que esta se perciba como una sucesión de fogonazos de su propia vida sino como una suerte de collage de escenas, vividas o soñadas, que constituyen el tejido de su propia existencia, de aquello que ha llegado a ser. Hay cosas buenas aquí pero predomina la sensación de relato inconexo, caprichoso e incapaz de funcionar como un todo. Y es una lástima. Para una vez que una ficción televisiva LGTB nos ofrece un protagonista fuera de la norma, con sus kilos de más y sus movidas, que percibimos muy REALES, incluso catastróficas, el esfuerzo no llega a concretarse en una historia emocionante. Es esa falta de cohesión lo que me deja frío en el sofá y lo que da forma al pensamiento que me ronda cual moscardón. “Tampoco me parece tan interesante lo que me estás contando”.
Entre medias, alguna cosa de interés esbozada (los dardos a los gays como colectivo) pero nunca desarrollada y un amplio desierto por lo que se refiere a los personajes. El único que reclama cierta entidad, a excepción del propio protagonista, es el que interpreta Candela Peña pero eso es algo que me llevará tiempo digerir. Su personaje de madre estrafalaria tirando a tóxica la aboca a una sobreactuación que debe ser negociada duramente con el espectador. Esa negociación me sacaba de la serie cada vez que aparecía.
Luego está el final, que parece escenificar la condición de monstruo de Frankenstein de la serie de manera atropellada y morrocotuda, sin miedo a recurrir al comodín de la llamada (hola, Almodóvar; hola, Buenafuente). Donde se debería tocar la fibra se impone la sensación de “venga, acabemos con esto de una vez”. Como espectador me quedo deslavazado, como todo el conjunto. Observando desde la distancia una historia que reclama ser emocionante en lugar de serlo.
Sin duda, las cosas buenas que podemos rascar de estos seis capítulos tienen que ver con la implicación de los dos actores que interpretan al Bob Pop adolescente y al Bob Pop adulto, Gabriel Sánchez y Carlos González respectivamente. Porque lo mejor de este “Maricón perdido” son ellos, y su buen hacer hace que te preguntes donde hubiésemos podido llegar si los mimbres hubiesen sido otros.
Nos dejó la semana, el 13 de junio, pero esto no es una despedida. Siempre recordaremos a Ned Beatty (1937-2021), uno de nuestros actores favoritos y un rostro imprescindible en el cine y la TV de los setenta en adelante. De voz grave y gran versatilidad, a Ned lo mismo lo vimos explorando su vis cómica como su lado más duro. De entre sus muchos trabajos destacamos títulos míticos como Deliverance (1970), Network (1976), Superman (1980), Todos los hombres del presidente (1976), Nashville (1975) o Querido detective (1986). Su participación en Deliverance resulta dura y cruda y será recordada por muchos seguidores de esta web como la primera vez que una película mainstream muestra en pantalla la violación homosexual de un hombre gordo y rudo, en una escena antológica que pocos actores hubiesen sido capaces de afrontar.
Con Brad Dourif en Sangre sabia (Wise Blood, 1979)
Su filmografía se compone de más de doscientos títulos, una carrera que en sí misma supone un capítulo inolvidable de la cultura pop. Ned siempre le restó importancia a su condición de actor secundario, con cada una de sus actuaciones demostraba aquello de que no había papeles pequeños sino grandes oportunidades. Sin ir más lejos, su participación en la visionaria Network se rodó en un solo día, un total de seis minutos en pantalla en la piel de Arthur Jensen, el prepotente pez gordo de un conglomerado mediático, una interpretación de altura que le valió su única nominación al Oscar. De voz portentosa, llegó a grabar discos y a desarrollar una carrera paralela sobre las tablas. Tras muchos años de hiperactividad empezó relajar el ritmo. «Las películas te vuelven un poco perezoso. Si estás con un papel secundario o un cameo, haces un buen dinero y no tienes que trabajar demasiado. Adoro el teatro, pero es curro: seis días por semana, ocho funciones a la semana. A cierta edad quieres levantarte, tomarte un café y volverte a la cama», explicaba en una entrevista. Su última película, la comedia Baggage Claim, es del 2013. Tenía más que merecida la jubilación. Y como decíamos al principio, esto no es un adiós, muchas de sus películas ya forman parte de nuestro ADN y seguiremos revisándolas una y otra vez. Buen viaje, Ned.