El Panzine que necesitas

Aladro, ilustrador argentino habitual de Instagram, ha puesto en marcha el fanzine bear que alguien tenía que hacer, el Panzine, espontáneo, grapado, underground, como debe ser. Incluye fotos de ositos guapos y colaboraciones varias, ilustraciones, microrrelatos y mucho chub power. Por cierto, participo en el número 5 con un microrrelato inédito basado en hechos reales, todo muy hot, muy panzine.

La frecuencia de los números es apabullante, esto acaba de empezar y ya vamos por el número 8. Sí, señor, así da gusto. Por suerte, además de su edición en papel también puedes hacerte con su versión digital a través de la página del Panzine. Descárgatelos y rodéate de belleza underground. Larga vida a los fanzines.

Keep It Simple: el arte de Dindrawslines

A veces llega a resultar mareante la cantidad de dibujantes e ilustradores entregados a la causa Bearotica. A menudo los estilos resultan exagerados o repetitivos debido a la magnitud y omnipresencia de este Boom de Ilustración Bear en el que seguimos inmersos. Quizá por eso, una de las cuentas de Instagram que mayor interés ha despertado en mí y en muchos otros, es la de Dindrawslines, una apuesta por distinguirse a través de la simplicidad. Un mero trazo, un sencillo contorno para atrapar un momento erótico. Quizá no ha inventado nada pero Dani, el autor de estos dibujos, demuestra un buen ojo para alcanzar lo esencial, en un contexto que a veces incurre en lo peor cuando busca una estética del exceso, colorida, abigarrada o involuntariamente kitsch. Dindrawslines sigue la máxima de mantenerlo simple y nos recuerda una vez más el poder del menos es más. No estamos diciendo que este es el único camino, ni de coña, pero en esta ocasión sí tenemos algo que celebrar.

Instagram: @dindrawslines // Twitter: @dindrawings

Follar en el Majestic

Había una serie de protocolos que seguir antes de llegar a la suite del ático. Pregunté en recepción y alguien hizo una llamada en voz muy baja, como si le hablase al cuello de la camisa. Un minuto después me confirmó que alguien me podía acompañar hasta el final del pasillo para empezar el recorrido ascendente. Mientras avanzaba reparaba en detalles que me hablaban de lujo. La moqueta bajo mis pies me hacía sentir que flotaba, que me deslizaba entre algodones: todo era silencio y confort. Tanta pompa me parecía excesiva, ni siquiera tengo el vocabulario para describirlo, yo solo quería llegar de A a B y, una vez allí, pasar un buen rato. 
Unos pisos después golpeé la puerta con los nudillos. El hombre que me abrió la puerta era maduro, poseía un frondoso bigote oscuro y, a través de su bata de seda, atisbé un apetecible cuerpo neumático aunque depilado. Un punto menos para él. Quise darle un beso pero la rigidez de su lenguaje corporal lo echó por tierra. Atravesamos el salón de su majestuosa suite y llegamos hasta el dormitorio. A la derecha, un gran ventanal y la terraza con vistas al Paseo de Gracia. Se quitó la bata y se quedó en calzoncillos. Parecían salidos del vestuario de una película del espacio, con ese acabado dorado que redondeaba las nalgas hasta convertirlas en algo puramente artificial. Mi polla empezó a sumirse en la indiferencia. 
Aquel hombre era un analfabeto sexual. Desconozco el motivo. Era un prestigioso editor de moda y había alcanzado el éxito. Pero no le servía de nada. La rigidez de su cuerpo era lo contrario de un afrodisiaco, su inseguridad aniquilaba todo asomo de deseo. No tenía ninguna iniciativa ni picardía. Todo aquel lujo para qué. Los calzoncillos espaciales debían de costar un riñón. Por alguna razón pensé en ellos mientras trataba de estimular sus pezones con mi juego de lengua. Nada ocurrió. O mejor dicho, sí. La certeza de estar perdiendo el tiempo. Le dije: «esto no está funcionando, me largo». Él asintió bovinamente. Por sus venas no corría sangre sino alguna bebida vegetal. Me vestí deprisa y suspiré con enfado mientras me ataba los cordones de las zapatillas. Él se había vuelto a poner sus calzoncillos dorados. Cuando salí a la calle me calé las gafas de sol para amortiguar la hiperrealidad. El lenguaje universal del amor no siempre es tan universal, del mismo modo que un hotel de cinco estrellas no tiene por qué garantizarte un polvo de cinco estrellas.  

Ancient Greek Ceramic Plate Drawings

Hace un par de años ya dimos cuenta en esta web del sugestivo proyecto que había puesto en marcha el artista y activista James Unsworth (Liverpool, 1979), la elaboración de una serie de 52 diseños inspirados por el arte cerámico de la Grecia clásica pero protagonizados por figuras orondas fuera del canon estético helenístico. 

Casi dos años después, su proyecto está terminado y vuelve a llamar nuestra atención puesto que James ha reunido en una publicación —Ancient Greek Ceramic Plate Drawings— los dibujos realizados. Toda una reescritura de la crónica estética legada por el mundo clásico protagonizada por modelos (algunos reconocibles) contactados a través de redes sociales como Instagram. La belleza de las imágenes, así como su sentido del humor y del erotismo, ofrece una mirada divertida y refrescante sobre lugares que ya forman parte de nuestro mapa mental. Esta primera edición consta de un total de cien ejemplares numerados y por lo que sabemos acaba de agotarse. No sabemos si habrá una nueva edición en breve pero para más información, y para conocer los otros proyectos del artista, no está de más que te pases por su tienda.

La felicidad de los Katakuris

Un luchador de sumo muere mientras hace el amor en el hotel regentado en las montañas por la familia Katakuri. Son muchas las sorpresas que les espera a tan peculiar familia a lo largo de The Happiness of the Katakuris (Takashi Miike, 2001), un delirante e irresistible musical que ahora cumple veinte años. Si aún no lo has visto, búscalo. Lo vas a disfrutar. Palabra de oso.