
Se nos va el año, se nos va la década, llegan los años veinte, joder, ¡pues que sean otra vez los happy twenties!, porque parece que últimamente todo es queer pero al mismo tiempo el odio y la ultraderecha siguen enseñando las orejas en demasiados lugares, y no hablo solo de España. Hay que acabar con eso. Por lo que a Palabra de oso se refiere, una vez más, llega el momento de hacer balance de lo que ha sido el año que termina y establecer un puente con lo que nos deparará el 20, un número redondo que nos gusta y del que esperamos cosas buenas.
Con todo, el 19 no estuvo mal. Publiqué una nueva novela, Diez gorditos, la décima de la serie, una entrega especial a la manera de Agatha Christie que servía de celebración de lo conseguido hasta ahora con las peripecias de mis queridos personajes Marc Kaplan y su marido Theodor, un tándem que sigue gozando de vida propia y proporcionándome muchas alegrías.

Paralelamente, he seguido publicando microrrelatos eróticos a través de esta web y de mis redes sociales, algo que me permite ampliar los márgenes del universo Palabra de oso mientras sigo interrogándome sobre la forma perfecta de atrapar una sensación erótica por escrito. Es un ejercicio que me divierte y que me reafirma en la idea de que la ficción LGTBI sigue siendo muy necesaria a la hora de constituir un imaginario propio en el que reconocernos. Y si algo sigue agradeciéndose a estas alturas, es la aparición de nuevas voces y nuevas experiencias narrativas que abunden en dicho imaginario, ¿por qué?, porque solo la diversidad y la pluralidad nos garantizará la posibilidad de incluir todos los cuerpos y formas de deseo en nuestra lucha contra la heteronormatividad imperante.
A lo largo del 2019 han ido apareciendo nuevas propuestas que han llamado nuestra atención y que enriquecen ese universo cultural al que me refiero. A menudo surgen desde los márgenes, desde las redes sociales, desde los formatos propios del DIY (¡vuelven los fanzines!) o desde la autoedición. De hecho, si algo comparte el trabajo de todos los artistas que paso a enumerar es que se mueve en un terreno ajeno al sector editorial profesional.

En el capítulo de artistas o ilustradores, nos hemos fijado en la obra de James Unsworth y de James Dillenbeck. El trabajo del primero busca establecer un sugestivo diálogo entre la imaginería del pretérito arte grecorromano y la fascinación por los cuerpos orondos experimentada desde la subcultura bear. Por su parte, el norteamericano James Dillenbeck, a través de sus coloristas y delirantes viñetas pulp, reinserta esos mismos cuerpos no normativos en el contexto de la cultura pop contemporánea otorgándoles una fuerza y un protagonismo que puede leerse como una suerte de ajuste de cuentas con el mainstream. ¿Qué podemos decir? Nos encanta la retórica del Blockbuster aplicada al Chub Power.

En el apartado de la historieta gráfica o cómic, nos hemos dado el gusto de charlar con el misterioso Guibu, dibujante argentino fundamental y pionero en estas lides, que en el año que termina puso fin a la segunda entrega de su mítica serie “El ósculo hirsuto”. Si algo deseamos para el año nuevo es que alguien edite toda la serie en papel de una vez, por favor, esto es algo que tiene que ocurrir pronto, hay demasiada gente esperándolo y se trataría de un acto de justicia poética necesario y acuciante.

Guibu, con su creación
La sorpresa más refrescante del año vino de la mano del punk, de las marijevis y del arte del Do It Yourself. La factoría Marirecords ha emergido como un riff metalero en el contexto del boom actual de ilustración bear recordándonos la necesidad de no olvidar la chispa creativa del DIY de vieja escuela, la autenticidad del fanzine como medio de expresión y la importancia del cancaneo asilvestrado en nuestras vidas. Su fanzine “Cancaneo Vacacionil”, un cómic bruto y mecánico que nos habla de la desgracia de ir más cachondos que una perra siberiana y no encontrar ni un puto hueso que roer, sumado a la primera entrega del fanzine “Guapa!” confirman la contundencia de una propuesta que nos chifla y de la que esperamos ansiosos nuevas entregas.
Y más alegrías para el año que termina. La publicación del primer número del cómic español “Pellizco en la nuca” tiene mucho de fundamental por recoger el testigo del mencionado Guibu y llevarlo al formato de grapado en papel por entregas, recuperando un formato al que también le habíamos perdido la pista. El excelente dibujo de José Manuel Hortelano puesto al servicio de una historia erótica e intrigante es algo que ha conseguido conectar con una cuota importante de lectores interesados en ficciones en las que verse reflejados y que incorporen una noción del deseo y del erotismo fuera de la norma, en definitiva, más vinculado a los tiempos actuales.

Por lo que se refiere al ensayo sobre lo queer, observamos que se están publicando más libros y volúmenes que nunca dedicados a la cultura o al revisionismo LGTBI. En ese sentido, desde Palabra de oso destacamos el buen hacer del escritor Fernando Garín al publicar su muy disfrutable ensayo sobre el homoerotismo en el Western titulado “La pluma y el Oeste”. Nos parece un estupendo ejemplo para señalar que desde el rigor académico se pueden escribir libros divulgativos al alcance de cualquier paladar, sin caer en la espesura y el hermetismo de la tradición de los estudios culturales y llevando a cabo una suerte de activismo que a día de hoy nos parece más necesario que nunca.

Porque una de las impresiones más notables de esta década que termina es la sensación de que nunca antes se había hablado tanto de lo queer, difundiendo su espíritu integrador en círculos y ambientes dispares, más allá de las élites culturales o de naturaleza insider. En ese sentido, nuestro mayor deseo para los tiempos futuros reside en amplificar aún más el poder del término, a través de su condición diversa e integradora. La subcultura bear ha experimentado tropiezos previsibles como esa cosa de tomarse demasiado en serio a sí misma o incurrir en comportamientos excluyentes o propios de divas intratables. Es preciso que lo queer acuda en nuestra ayuda y nos facilite la construcción de un imaginario en el que podamos compartir experiencias y celebrar la diferencia, venga de donde venga. Nos gusta la masculinidad, pero por favor no nos la tomemos demasiado en serio. También queremos empaparnos de la realidad de lo trans y de todo lo que venga de esta nueva era gender fluid. Para construir ese nuevo imaginario deberemos subirnos a la gran bola demoledora y acabar con el estereotipo y el lugar común. Destruir para construir. El futuro será fluid sí o sí.

Nueva década, nuevas aventuras. Vamos a terminar con un par de pinceladas sobre lo que nos espera para 2020. Además de todos los proyectos mencionados, de los que podemos esperar nuevos frutos a lo largo de los próximos meses, por nuestra parte, desde Palabra de oso solo podemos hablar de lo que estamos cocinando de cara a la nueva temporada. Las palabras clave son entusiasmo y continuidad. Bob Flesh no ha perdido la ilusión, al contrario, sigue disfrutando de la gran ola creativa.

Uno de nuestros de mayores deseos para la próxima década es ver publicada la serie Palabra de oso en otras lenguas. Por favor, si hay algún editor en la sala que nos mande un correo ahora mismo. Para la próxima primavera tendremos nueva novela, la número once de la serie, repleta de misterio, humor, ritos secretos y sexo a mansalva. El entusiasmo por este proyecto sigue intacto y solo cabe decir que aún nos queda Palabra de oso para rato. Y por supuesto seguiremos trabajando para seguir informando y deleitando a nuestros lectores con lo que más nos gusta de este contexto más o menos peludo y de todos los tamaños. Porque nos gusta ponerte cachondo y nos gusta celebrar el poder del erotismo a través de su expresión literaria. Llevamos ya unos buenos años trabajando en ello y pensamos seguir haciéndolo. Palabra de oso. Y feliz 20.