Esta cita extraída de un diálogo de la película Layer Cake (2004) nos habla de la consolidación de una nueva forma de entender la masculinidad. La tradición del cine negro y criminal británico se ha ocupado de manera insistente de la figura del gánster marica, una mitología cimentada por la existencia de hitos de los tabloides como los temidos y siempre fascinantes hermanos Kray, gemelos, violentos, mitómanos, homosexual el uno, hetero el otro. Películas como Performance (1968), El largo viernes Santo (1980), Los Kray (1990) o A Very British Gangster (2007), han reflejado de manera más o menos exhaustiva estas figuras, practicantes de una homosexualidad sin prejuicios en un mundo eminentemente violento, masculino y viril.
Cuando las construcciones culturales del pasado, así como los roles sexuales heredados, entran en crisis, la virilidad deja de asociarse de una vez a fines meramente reproductivos. Es el momento en el que la masculinidad se encuentra plenamente a sus anchas en un escenario rabiosamente viril. Por segunda vez en la historia (la primera tuvo lugar en la gloriosa época de la Grecia Clásica), los hombres se hallan en paz entre sus propios congéneres. La masculinidad llama a la masculinidad en una celebración puramente sexual y recreativa. Al fin y al cabo, lo más natural en este contexto es que un hombre folle con otro. Las mujeres deben ser excluidas de tales juegos, jamás comprenderán semejante camaradería.
Si buscamos extraer un argumento de todo lo expuesto, un hilo narrativo que nos ayude a entender los últimos acontecimientos, no resulta atrevido reconocer la subcultura bear como una muestra más de esa pulsión homosexual localizada en el foco de una masculinidad canónica: barbas, pechos hirsutos, anchurosas espaldas y maneras de leñador de Nebraska. Esto no deja de ser una teoría más o menos peregrina, pero la erosión y transformaciones experimentadas en la virilidad mainstream desde que David Beckham pasara más horas en la pelu que Judy Garland marca un antes y un después de consecuencias muy deseables para todos nosotros. Los machotes solo querrán follar con machotes. Lo heterosexual empieza a percibirse como una mariconada. En efecto, la fiesta acaba de empezar.