El mundo de los superhéroes ejemplifica muy bien cómo un componente hiperbólico aplicado a la masculinidad da como resultado una realidad paralela en la que lo macho y lo marica se dan la mano con gran naturalidad, hasta el punto de confundirse.
En su origen, El Santo, es un hombre sencillo, un luchador que combate a sus contrincantes en la arena, en el México de los años cuarenta/cincuenta. Tras su conversión en mito de la cultura popular y su paso a las historietas y, sobre todo, a la pantalla grande, reconvertido en Santo El Enmascarado de Plata, sus pectorales se nos antojan más grandes, su complicidad con su sempiterno compañero/rival Blue Demon, más equívoca.
Durante los años 60 Susan Sontag definió “lo camp” como una estética homosexualizante, un punto de vista que potencia el humor, la ironía y la exageración. Más allá de los debates subsiguientes, la realidad es que “lo camp” está aquí para quedarse. Lo entendemos como algo consustancial a la cultura popular. Lo mismo nos da que se trate de una estética intencionada por parte del artista que algo experimentado por parte del que mira. En cualquier caso, cuando el espectador intuye su presencia, cree detectar un cierto tufo a homosexualidad en el ambiente… y no anda muy desencaminado.
Las lógicas ‘hiper’ de la sociedad de consumo aplicadas a la masculinidad arrojan un saldo «camp» que tiene que ver con la manida sentencia de «los extremos se tocan». Cuando lo gay se pasa de vueltas cae en lo hipermacho y cuando lo macho rebasa sus márgenes se precipita en lo hipermarica. Como podéis observar, se trata de dinámicas bastante divertidas.
Siguiendo esta lectura, cabe concluir que lo «macho», como tal, no se refugia ya en el mundo heterosexual sino en determinados sectores de la subcultura bear; mientras que lo «marica», en su manifestación suprema, campa a sus anchas en el mundo de los superhéroes. Tanta testosterona, tanta virilidad, tantas mallas ajustadas, tanta máscara de cuero, tanto tándem contra el crimen estrecha lazos más allá de lo normativo. Cuando el peligro acecha, la intensidad del polvo aumenta de manera exponencial.