La evolución del movimiento bear describe una curva perfectamente paralela a la de tantos otras subculturas. Rise and fall, dirán los más agoreros, auge y caída. Es lo mismo que le pasó al punk, al rocanrol y a otras movidas. De repente, el mercado lo ha engullido todo, parece que la esencia se diluye en la construcción de un nuevo estereotipo que se sumara a la gran marea del mainstream.
¿Que tiene que ver todo esto con los osos? Mirad, desde los años noventa hasta la actualidad han transcurrido ya más de dos décadas. Las voces críticas que señalan que el movimiento oso ha perdido su autenticidad pueden tener parte de razón, pero, como me gusta decir, no podemos pretender que las cosas permanezcan inmutables a lo largo de los siglos, básicamente, porque la inmutabilidad no existe.
La lectura que hago de todo esto no es la típica que cabe esperar de un abuelo cebolleta, de aquel que se aferra al mantra de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Ni mejor ni peor, en todo caso diferente. La figura del oso ha evolucionado del bear primigenio, con barba asilvestrada, aires de leñador y camisa de cuadros a la del oso hipsterizado, elegante, sofisticado, preocupado por el vestir y practicante de una fina ironía marica que le distancia de su entorno y de la herencia de un pasado con el que no se identifica necesariamente.
Puede que se trate de una lectura superficial, quizá lo sea y me permito recordar que me muevo en el terreno de la especulación, no pretendo sentar cátedra en absoluto. Desde este punto de vista podríamos decir que el movimiento bear se halla inmerso en su segunda ola, por usar la jerga de los feminismos. Una segunda ola que se distancia de la primera, a la vez que queda solapada con la misma (no nos engañemos ambas olas siguen coexistiendo, independientemente de cuestiones secundarias como la edad).
Hipsters maricas versus osos con camisa de cuadros. Durante este tiempo han pasado muchas cosas. Los osos han llegado al mainstream marica (han sido fagocitados y transformados, más bien) y los nuevos cachorros se han encontrado con un contexto muy diferente. No parece tener demasiado sentido de hablar de un “orgullo bear”. Cualquiera diría que los osos han existido desde siempre, no hay gran cosa que celebrar. Los jóvenes cachorros vienen pisando fuerte y se preocupan más por llevar una barba soberbiamente cultivada (el componente hirsuto del rollo oso se ha concentrado en el poder y las posibilidades del vello facial) que por participar de otras rutinas. Atención, quiero que se me entienda bien, no busquéis reproche en mis palabras, a mí todo esto me parece de lo más natural. Es algo consustancial a las nuevas generaciones (por algo son nuevas, porque se distancian del pasado).
El oso de inspiración leñadora y asilvestrada sigue acudiendo a eventos osunos naturistas, mientras que el oso hipster prefiere escaparse a ver un concierto de Antony and The Johnsons, Perfume Genius o de Hot Chip. El oso de antes recurría al tatuaje tribal, a la pezuña del oso y demás variantes. El oso hipster se interesa por el tattoo como algo que va más allá del componente tribal. De hecho, jamás se tatuará un tribal sino algo más elaborado. La asunción de los tatuajes por parte de la modernidad hipster tiene más que ver con la caída de unas barreras culturales que con otra cosa, supone la consolidación de un proceso que empezó hace ya unos cuantos años (ojo, no estoy diciendo que los hipsters hayan dignificado los tatuajes sino que los han democratizado aún más). Si antes poseía ese carácter tribal o de subcultura ahora prima su carácter meramente estético. Las malas lenguas dirían que las connotaciones low culture del tattoo taleguero o de subcultura han sido redimidas por una concepción reloaded y preciosista, propia de la movida hipster. Hoy en día resulta difícil encontrarse con alguien que no lleve algún tatuaje. Ya no es patrimonio de unos pocos sino de la cultura pop en toda su extensión. Nunca en mi vida había conocido a tantos tatuadores. Lo juro. Y eso que Bob Flesh no lleva ningún tattoo (ni siquiera en su rolliza nalga izquierda, como algunos se han atrevido a rumorear).
Más cosas. El hipster marica está más cerca de los hipsters heteros que de los osos Old School. Esto puede crear confusión. Y créanme, a veces resulta muy difícil (por no decir imposible) distinguir a un oso hipster de un hipster hetero. Todos parecen igual de maricas e igual de masculinos. A mí esto me gusta, en mi opinión recupera cierta parte del misterio, de la ambigüedad y de la excitación deseada. Tengo un amigo chaser que suele decirme que le disgusta (y que le parece poco erótico) encontrar zarpas de oso en la anatomía de sus amantes. Puedo entenderlo.
En mi novela La leyenda del oso polar (Palabra de Oso#5) aparece un oso hipster descrito en clave de humor. Básicamente, lo que quería hacer era plantear la confusión que pueden experimentar las nuevas generaciones de osos en un contexto estético tan cool, tan alejado del desgarbado estilo de leñador de Nebraska. Las coordenadas estéticas han cambiado y han afectado a una parte de la comunidad bear, no a todos, ni siquiera a una mayoría, pero sí a la visibilidad de un colectivo amplificada por la difusión mediática, bloguera y 2.0. El oso hipster parece resultar más fotogénico (ay, también más delgado) y adaptarse cómodamente a la estética de un mundo Instagram en el que los filtros proporcionan un baño inmediato de sofisticación. En general, todo mola bastante, aunque ahora que lo pienso, quizá demasiado.
Y la cosa es que a la segunda ola del movimiento bear le sucederá una tercera, a la que —a lo mejor— llamaremos Era Post-Bear. Entonces las cosas serán muy diferentes, y los osos hipsters ya convertidos en daddies de pelo cano mirarán con extrañeza a los nuevos cachorros. Correrá el año 2042 y alguien, en la soledad de su acogedor salón, estará escribiendo un artículo muy parecido a este. Los ciclos se seguirán sucediendo como si no hubieran existido antes y, en ese preciso momento, alguien bostezará desde la penumbra de un rincón.
Excelente portada, admiros los Osos para mi son todos seres humanos hermoso, me gustarias tener un oso poder amarlo.
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No de acuerdo con tu post… llevo años examinando la movida «bear» desde dentro y desde fuera.
En orden invertido.. lo normal seria verla desde fuera y luego desde dentro… pero no.. yo sali pitando de esa movida.
mi opinion es distinta, en la movida bear hay dos tipos muy diferenciados. los que lo son por que lo son y los que lo son por lo moderno, estos últimos son los que ahora son hipsters y mañana se afeitaran la barba sin duda, sin depender de la edad, son «las modernas». pero el oso que es un señor de pueblo que de vez en cuando se va a madrid a locales de ambiente ese poco tiene de hipster.
Y lo hipster deja de ser tendencia para dar paso al Lumber-sexual … que en gay vuelve a ser el oso.
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Ya te digo, Pedro, esto no es más que una lectura q hago yo, y no hablo de lo personal (caso que tú expones) sino de lo general, es decir, de la construcción q los medios y la red 2.0 hacen de la figura del oso. Ese es el tema q me interesa, las dinámicas del mainstream aplicadas a la movida bear. En ese sentido sí percibo una evolución o nuevas manifestaciones q se diferencian del pasado más reciente. Si hablamos del plano personal, pues imagínate, inabarcable, bigger than life… Encantado de saludarte, por cierto.
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