Su gran premio


Llevaba un buen rato disfrutando de aquella polla, devorándola y saboreándola sin prisas, engullendo todo el tronco hasta sofocarse. Había conseguido despertarla y proporcionarle una envergadura asombrosa. Tras robarle unas nuevas gotas de precum, degustó el delicioso licor y decidió que la necesitaba en lo más profundo de su culo, la quería ya, en ese preciso momento, sin excusas, por el ojete, toda entera, cuan larga era, penetrando su culo gordo y agradecido. Una vez dentro apretaría las nalgas hasta endurecerlas como el metal y ceñiría su gran premio con ellas, lo atraparía, ¡estaba en su poder!, y le exigiría toda esa leche caliente que —honestamente— le pertenecía a él y solo a él. Joder, ¡se la había ganado!

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