Relatos de madurez gay

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Hoy quiero recomendar un estupendo blog centrado en narrativa bear que nos ofrece un auténtico arsenal de relatos de osos de alto voltaje erótico y nada desdeñable quehacer literario. Se trata de Relatos de madurez gay, un lugar en el que Victorvanupp va recopilando sus historias de osos y que él mismo presenta con estas sencillas palabras:  “Me he aficionado a escribir unos relatos que plasman fantasías sexuales en el ámbito de hombres maduros y robustos. Solo pretendo irlos sacando de mi PC y ofrecerlos a quienes les puedan interesar y disfruten con ellos, como yo lo he hecho escribiéndolos…”.

Todo un ejemplo de humildad para un escritor que lleva casi seis años compartiendo sus trabajos con una admirable regularidad, arrojando un saldo de más de un centenar de relatos publicados, con títulos tan sugestivos como “El cuarto de juegos”, “De viaje con el jefe” o “El fontanero goloso”. Su verbo ágil, su resuelta imaginación, la fabulosa galería de personajes y la deliciosa sucesión de anécdotas que acumula le otorga al conjunto una entidad propia e inconfundible.

Su importancia en el contexto de la cultura pop propiamente bear resulta fundamental y la sitúo junto a grandes aportaciones como El Ósculo Hirsuto de Guibu, el Bearton City de Daniel Mainé o el periodismo brut de los chicos de Bebearmyfriend. Y, cómo no, me gusta pensar que está hermanada con mi propia serie de novelas Palabra de Oso, al fin y al cabo, ambos proyectos comparten un mismo punto de partida: la necesidad de contar historias que celebren la belleza y la sensualidad de aquellos hombres robustos, fornidos y redondos que alimentan nuestras fantasías. Háganse un favor, y — en el dudoso caso de que no los conozcan todavía— lean y disfruten de los relatos de madurez gay de Victorvanupp. Te alegrarán el día.

Los osos y la imposibilidad de expresar el deseo

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Lazy Bear Weekend – Photo by L. S. Ludwig

Mirad, son malos tiempos para expresar el deseo. Poneos en la piel de un creador o de un escritor, como es mi caso. Si desarrollas ficciones protagonizadas por personajes creados a la medida del canon estético universal estás contribuyendo al odioso afán simplificador del mainstream, a su odiosa dependencia del estereotipo y al culto a los cuerpos imposibles. Si, por contra, apuestas por otro tipo de cánones, aquellos que huyen de la irritante perfección del anuncio de calzoncillos, en favor de cuerpos robustos, redondos y sobrados de kilos, también parece que la cuestión se convierte en problemática.

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Meses atrás una revista literaria online publicaba un breve artículo sobre el subgénero de Literatura Bear a colación de mi serie de novelas eróticas Palabra de Oso. En los comentarios, podía leerse la opinión de una internauta en la que decía lo siguiente: “Conocía la corriente “oso”, lo que no conocía era el subgénero literario. No me vuelve loca la idea de una glorificación de la obesidad, sinceramente. Creo que no es sano. Tampoco me lo parece la glorificación de los cuerpos perfectos y la eterna juventud, vampiros aparte.”

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Semejante afirmación resulta especialmente reveladora del momento actual. Para bien o para mal, seguimos viviendo en la era de lo políticamente correcto. Supuestamente, hay un interés creciente entre lxs creadorxs por no caer en el estereotipo ni herir susceptibilidades por razón de raza, físico u orientación sexual. Pero si suscribimos las palabras de la internauta (que firma como Ana J.), llegamos a la conclusión de que, yo, Bob Flesh, no puedo expresar el deseo sexual que siento hacia los hombres gordos y fornidos. En definitiva, como escritor, debo renunciar a él como material literario para no caer en lo «políticamente incorrecto».

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Portada de «Arde París», una de mis novelas políticamente incorrectas.

La conclusión que saco de todo esto es que las consecuencias de la era de lo políticamente correcto (recordemos que dicha noción empieza a usarse a finales ochenta/primeros noventa) son tan bienintencionadas como nefastas. ¿Por qué? Porque a menudo las buenas intenciones, más que cargarlas el diablo, las carga la estupidez más extrema. Resumiendo, lo que me están diciendo es que no puedo escribir una novela erótica en la que aparezcan personajes gordos haciendo el amor entre ellos porque estoy llevando a cabo una celebración de la obesidad, y eso no es sano.

Fragmento de la serie «El Ósculo hirsuto» – Guibu ©

Comentarios como el de Ana J. son tan necios y peligrosos como las típicas afirmaciones hechas desde una esfera patriarcal, rancia y heteronormativa. Es preciso darse cuenta de estas contradicciones, reflexionar sobre ellas y evolucionar. Hay un hecho, muchos hechos, hay autores y artistas que hablan de cuerpos perfectos y se alimentan del sempiterno canon estético universal. Y luego hay escritores como yo, o como Guibu (con su serie El Ósculo Hirsuto), o como Daniel Mainé (con su Bearton City), o como Victorvanupp (con sus relatos sobre la Madurez Gay), que nos sentimos motivados por otro tipo de cuerpos, redondos, confortables, rotundos. El debate de si esta vertiente de la creación artística es sana o no, resulta prepotente, equivocado, desfasado y sobre todo ridículo.

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Imagen promocional de Bearton City – Daniel Mainé ©

Ya está bien de afirmaciones ociosas y dañinas. Abrámonos a la diversidad, porque de eso se trata. No de glorificar un solo tipo de cuerpo sino la amplia variedad que nos ofrece la naturaleza humana. ¡Por supuesto que podemos glorificar! Escribir escenas eróticas protagonizadas por hombres gordos tiene que ver con la expresión del deseo, con algo sincero, verdadero, profundo y compartido por otros muchos lectores (¿lo pillas Ana J.?). Negarnos esta posibilidad significa censurar, silenciar y condenar de la manera más descerebrada, poco menos que regresar a un régimen totalitario. Dicho esto, mi reflexión del día es la que sigue: expresemos el deseo, claro que sí, y a ser posible abrazando la diversidad de cuerpos. De hecho, casi todos ellos tienen cabida en mi serie Palabra de Oso: osos polares, chubbies lampiños, chasers esbeltos, daddies canosos, etc, etc. Apostemos por la variedad y dejemos de condenar con clichés de tertulia de sobremesa. Porque llegados a este punto es preciso que sepas algo que te afecta directamente: la estupidez nos rodea y en tus manos está detectarla.