Le dije que no había nada malo en comerse veinte pollas tiesas una detrás de otra, con la tranquilidad que da tener una en cada mano mientras terminas con la que tienes en la boca. Todos esos hombres desnudos exhibiendo sus tremendas erecciones, masturbándose y deseando que les llegue el turno. Cada descarga en la garganta es un subidón que te electriza, me dijo. Ya me lo figuraba, respondí. Tantas pollas jugosas y esos testículos pesados de macho que te prometen el elixir de la vida y te lo ofrecen de un modo generoso. Es una fantasía compartida por muchos hombres, también por algunos maricas.