El pasado 28 de febrero se cumplieron cien años del nacimiento de Antonio Ferrandis, actor valenciano muy popular durante la segunda mitad del siglo XX gracias a su talento innato para la actuación y a una carrera prolífica que desarrolló tanto en el cine y la televisión como en el teatro. Si su rostro ya resultaba familiar para muchas generaciones de espectadores, con los años llegó a alcanzar la categoría de mito de la cultura popular española tras su aparición en la mítica serie de TVE “Verano azul”, emitida por primera vez durante los años 81 y 82 del pasado siglo.
Antonio Ferrandis nació en Paterna, Valencia, se licenció en magisterio, pero no tardó en apostar por su gran pasión, el teatro. A finales de los cuarenta ya había pasado por diferentes compañías teatrales y a partir de los 50 inicia una trayectoria imparable tras protagonizar junto a Paco Rabal una adaptación del “Muerte de un viajante” de Arthur Miller a cargo del prestigioso José Tamayo. Su carrera oscilará entre el pedigrí que le aporta participar en proyectos teatrales serios (adaptaciones de Shakespeare, Ionesco, Unamuno, José Zorrilla, Chejov, etc.) y sus innumerables trabajos en el cine comercial español de los años del desarrollismo, donde será muy solicitado, especialmente como personaje secundario, en roles habituales de padre de familia ejemplar o viril comparsa del protagonista. Su buen hacer lo llevará a participar en proyectos cinematográficos más reputados y en un buen puñado de series. Su ficha como actor en Imdb incluye casi ciento cincuenta títulos.
El caso de Antonio Ferrandis nos interesa especialmente por dos motivos. En primer lugar, porque representa una masculinidad y un físico portentoso que lo han convertido en icono sexual para muchas generaciones previas a la eclosión de esta movida de los osos; y en segundo lugar, por la trágica realidad asociada a su vida personal: un actor gay obligado por las circunstancias a negar su sexualidad durante prácticamente toda su vida. Una triste realidad que comparte con innumerables compañeros de profesión.
Las crónicas nos cuentan que aunque vivía su sexualidad con normalidad dentro del ambiente artístico en el que se movía nunca pudo librarse de las consabidas preguntas en el entorno de la esfera pública. En las entrevistas que concedía se declaraba “sexualmente frío” y a menudo era preguntado por el fantasma de la homosexualidad, una cuestión que eludía una y otra vez y que le llevó a hacer de la negación un mantra.
Ahora, años después de su muerte, sabemos que compartió su vida con otro hombre, un ayudante del conocido productor de cine José Luis Dibildos y que siempre se obligó a mantener un nivel de extrema discreción.
Volviendo a los primeros ochenta, a la serie «Verano azul», su interpretación del viejo lobo de mar Chanquete le convirtió soterradamente en todo un referente sexual para muchos jóvenes de la época. Una suerte de icono Bear antes de lo Bear que ayudó a más de uno a aceptar la naturaleza no solo de su orientación sexual sino de la medida de su deseo. Porque Chanquete, con sus formas orondas e hirsutas de marino retirado, encarnaba a la perfección esa figura ruda y masculina que se volverá recurrente a partir de los años noventa en el contexto de la incipiente cultura osuna.
Es por ello que la deuda que muchos atesoramos con Chanquete, con Antonio Ferrandis, con el actor que lo interpretó, es incontestable. A primeros de la década del 2000, un escritor valenciano, José Luis Collado, publicó El año que murió Chanquete, una novela de cariz autobiográfico en la que situaba a dicho personaje televisivo en el centro de su crecimiento personal y sexual. Un texto emocionante y muy recomendable que puede leerse tanto como novela erótica de osos como ajuste de cuentas contra ese afán silenciador de los años oscuros que nos ha tocado vivir a muchos en nuestras edades tempranas. Porque la negación que acompañó a Antonio Ferrandis durante toda su carrera encuentra un eco en nuestra propia negación. Es más, nuestra lucha sigue siendo contra esa negación. Y la figura de Chanquete, además de rotundo icono sexual, tiene mucho de símbolo y de referente. Su historia, también en la nuestra. Y por eso, y por su enorme talento, no pensamos olvidarlo nunca.